martes, 22 de mayo de 2007

Paréntesis de fin de Semana

Ya sé que apenas empecé el tema de mi trabajo en la última entrada: pero esa es una de las ventajas de este medio, puedo disgregar todo lo que me dé la gana sin preocuparme de que alguién piense que no puedo retener el hilo de la conversación. Anyway, antes de seguir con lo del trabajo quería poner algo sobre lo que he tenido en la cabeza este fin de semana. By the way, desde que inicié este diario, se me ha pegado la costumbre de estar todo el día (y parte de la noche) redactando el blog en mi mente, en una especie de continuo soliloquio mental.

Pues este fin de semana, no salí apenas de casa, excepto el domingo a la iglesia en la mañana, como de costumbre. Quería pasar el tiempo con mi hijo, no había Boys Scouts y a él le gusta estar en la casa, vegetando, y haciendo sus pequeñas actividades caseras (rebusqueteando en gavetas, haciendo experimentos en la cocina, escarbando en el patio, disfrazándose con trapos viejos, y metiéndose con su scooter en la piscina). Además no quería complicar a nadie pidiéndole que nos llevara a alguna parte. Así que nos quedamos allí sacando raíces.

No es que lo atribuya a la falta de actividad, pues en otras ocasiones estar en casa no me sienta mal, pero este fin de semana me sentía fatal. Todo el día me pasé dándole vueltas a la noria con las mismas cuestiones: ?Cómo puede uno sentirse tan sólo estando rodeado de gente? ?Cómo puede uno sentirse tan sólo en un “crowd” y a la vez desear poder estar sólo físicamente? En mi casa vivimos 5 personas: mi mamá, mi papá, mi hermana, mi hijo y yo. Creo que somos bastantes, o por lo menos ocupamos bastante espacio, pero además hay una población flotante que entra y sale de la casa a diferentes horas, mi hermano y familia (esposa y dos nenes) casi a diario, el novio de mi hermana, (fijo diario), otros familiares (casi siempre tíos divorciados), “assorted” vecinos (mi casa es una de esas donde todavía los vecinos entran como Pancho por su casa), visitas inesperadas (“pasaba por aquí y ví los carros... y quise para un momentito a saludarte”, un momentito = par de horas)(y no se limita a sábados y domingos), diferentes personas de servicio (la sra. que limpia, el piscinero, el jardinero, la muchacha que le hace blower a mami), clientes de mi hermana, etc., etc.,etc. No siempre es desagradable tener ese pase misín de gente en la casa; muchas veces es entretenido, y me parece afortunado tener tanto contacto social (por llamarlo de algún modo) sin tener que moverse de la casa de uno. Sobretodo porque yo he vivido etapas en que he estado mucho, demasiado tiempo sola, y sé de sobra que eso no es bueno para la psiquis. Además, yo soy de las que no le importa nada si la gente me ve en bata o en camiseta pordiosera, porque despuése de todo, son ellos los que se están metiendo en casa ajena sin avisar, y uno tiene derecho a estar cómodo en su casa. No obstante, a veces la multitud se me hace insoportable. A veces, y me sabe mal admitirlo, la presencia de mi hijo se me hace apenas tolerable. No ayuda en nada el que hecho de que yo comparto la habitación con él, desde que nació, que fue cuando yo me vine a vivir de nuevo con mis papás. No hay sitio en la casa para cada uno tener su propia habitación. La verdad es que “in general terms” no es una situación que me agravie demasiado, y dentro de todo creo que yo soy una de las pocas personas de mi edad y condiciones que puede llevar bién una situación como ésta por tanto tiempo. However, hay días, a veces bastantes días, en que realmente me dan ganas de salir corriendo o de encerrarme en un cuarto oscuro sola. No está bién visto en mi casa que nadie se encierre en su cuarto por horas, -aunque mi hermana a hecho del claustro un estilo de vida, ganándose a pulso el cartel de la "antisocial" de la familia- pero aún si yo quisiera encerrarme a pesar de la censura sería imposible, con el nene entrando y saliendo todo el tiempo del cuarto, que en realidad es suyo; yo lo que tengo arrendado allí es un pedacito de cama y una cuarta parte del clóset, el cuarto es un cuarto infantil, decorado de nene y lleno de juguetes.

Supongo que es fácil imaginar cómo puede esta situación llevar a cualquiera al borde de una ataque de nervios. Sin embargo, el periódico ataque mío es totalmente interno, no lo exteriorizo (todo tipo de exabruptos también está nmuy mal vistos en mi casa), excepto por mal humor y ensimismamiento. Este fin de semana fue uno de esos: quería escaparme. Pero, ?Donde meterse? Tenía ganas de caminar sola un día entero por muchas calles, sin rumbo fijo, sólo para ver que hay por esta esquina, subiendo por esta cuesta o entrando por aquél zaguán (cosa que tantas veces he hecho en otras etapas de mi vida fuera de PR). Pero aquí en PR? anunciar en mi casa en una urbanización cerrada de Río Piedras “me voy a andar por ahí, vengo más tarde”? Por ahí, a donde cará? Ya me imagino el escándalo y los ojos desorbitados; y en realidad, por dónde? No estoy hablando de caminar por Plaza o en el Parque Central o en Paseo Lineal; sino de perderse caminando por calles, barrios, sectores de ciudad... pero por dónde? Rodeando murallas de urbanizaciones cerradas? Por Hato Rey vacío y muerto un sábado? Tal vez por Santurce..Barrio Obrero? Viejo San Juan lleno de carros... Toda el área metro con aceras llenas de basura, postes, pasto carros parqueados o peor aún, sin aceras, punto, cortada por autopistas... Cómo te vas a meter por ahí sóla? Vas a aparecer cadáver en un pastizal... piensa en tu hijo, no seas inventora. Bueno. Descartada la idea, OK.

Yo antes, cuando era universitaria, me tiraba las maromas a pesar de la oposición general, de caminar arriba y abajo por el área metro, en una gesta de independencia y tratando de imponer un estilo de vida distinto sobre este caos urbano... y a cada 2 minutos se me paraba alguién en carro al lado “?Te llevo?”, “?A dónde vás?”, “?Móntate nena?”, y yo: No es que me gusta caminar. Cara de incredulidad, suspiro de resignación de la vecina “Bueno Dios te cuide”, y en casa “Todo el mundo me llama y me dice que te vieron caminando por X y Y, yo preocupada me paso de rodillas pidiéndole a Dios que tenga misericordia de tí, que no te pise un carro, que no te secuestren y te violen, ay bendito, que manía, que capricho, estar andando por ahí a expensas de tantos peligros, cómo esté este país, por ignorancia, por inmadurez, por testaruda, porqué no dejas que te llevemos, etc., etc., etc.”.

Anyways, mientras vigilaba al nene desde el borde de la piscina, escuchándolo chacharear, se me perdía la mirada en el agua azul, pensando: “Que infeliz me siento”, y a la vez me decía: “Qué malagradecida eres, que ingreída, es una blasfemia sentirte infeliz, sentada en el borde de una piscina privada, a dos pies de un hijo completamente saludable y precioso, a dos pasos de no una sino dos neveras repletas de comida que llegó allí sin ningún esfuerzo de tu parte, pues ni siquiera tuviste que comprarla tu misma en el supermercado, en un día claro, soleado, tropical de anuncio de viajes, la casa limpia porque la limpió otro, tu papá te lleva la ropa del trabjo al “laundry”, tu mamá le compra los zapatos de la graduación a tu hijo, tienes familia, tienes trabajo, dos planes médicos, viajas a Europa, tienes Internet ilimitado, todas las comodidades imaginables, de qué diablos te estás quejando?” No sé. I mean, yo entiendo que no me falta más que sarna para rascarme. OK.

Sin embargo, por lo menos hay par de cosas que puedo mencionar, de las que carezco y que me hacen un hoyo tan grande en la vida que me cuesta todos mis esfuerzos sobrellevarlo de día en día. 1) Contacto físico. Yo no sabía el hambre que yo tenía de contacto físico hasta que pude experimentar lo que era eso con mis parejas (sólo dos han sido significativas), sobre todo con el padre de mi hijo, con quién más tiempo he vivido. Cuando digo contacto físico no me refiero meramente al grajeo incidental de una noche o al beso de saludo de un conocido; es esa conexión física nutritiva, profunda, constante que es parte esencial de una relación íntima de amor. Con mi ex, excepto por los periodos en que estabamos peleados, al final bastante frecuentes, siempre anduvimos cogidos de la mano, enganchados del cuello, con las piernas entrelazadas debajo de la mesa, besándonos, tocándonos la cara, el pelo y le espalda, en lo que llamarían aquí, un constante “manoseo” público, pero que allá no llamaba gran cosa la atención. Y no fue sólo al principio de nuestra relación; duró eso así hasta el final de los 6 años.

Bueno, debo para ahora que me cogió la mañana y tengo que irme al trabajo. Sigo más tarde.

1 comentario:

C dijo...

todos y todas necesitamos silencio y un buen apreton de la gente que queremos, de vez en cuando